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Vino del Desierto. Y de ahí saltose al mundo


Los investigadores Ingrid Poblete, Marcelo Lanino y Alex Zúñiga, además de la monitora Belén Sepúlveda, son la cara más visible de un proyecto que desde el 2003 tiene a la Universidad Arturo Prat poniendo en valor económico el conocimiento y patrimonio genético de una vid rescatada y registrada como la única cepa vinífera cien por ciento chilena. Cepa local con sabor, aroma y denominación de origen bien propio de nuestra pampa: Tamarugal.


Gonzalo Artal Hahn

Cuenta la leyenda que la mejor manera de eliminar una mancha de vino tinto recién estampada en la ropa es empapando la zona alcanzada con otro chorrito similar en el mismo medallero, aunque esta vez, necesariamente, debe hacerse con vino blanco. Un uso poco conocido para el semi-vital elemento que, además de propiciar la activación de receptores sensoriales que suelen estimularnos a tope, sirve como una atendible excusa para mantener en stock unas pequeñas dosis de ambas variedades. ¿No?

Pues bien. Con el objetivo enfocado, en Teteré.cl consideramos que es muy importante que usted advierta que a 97 kilómetros de Iquique, en plena Pampa del Tamarugal, hay profesionales secos en la materia que están plantando, recolectando, procesando, probando, encorchando y poniendo a su disposición aquellas botellas de ambas tonalidades que, más encima, dicen que reducen el riesgo de alzheimer, protegen las encías y sirven -ojo aquí- para reducir inflamaciones.

Se trata del enigmático equipo de “Vino del Desierto”, donde técnicos y profesionales llevan a cabo un ambicioso proyecto que la Universidad Arturo Prat inició en la Estación Experimental Canchones allá por el 2003. En parte, con la secreta esperanza de recuperar la tradición vitivinícola de la región de Tarapacá, pero que con el correr del tiempo, no solo comenzó a aportar conocimiento al territorio, sino que además, rescató, reflotó e inscribió las cepas que son originarias de la zona más desértica del mundo mundial. Es decir, que no se dan ni van a echar raíces en ninguna otra parte del planeta.

Y lo mejor de todo, es que tras el extenso período pandémico se ha tomado la decisión de reabrir los portones para quienes deseen participar en actividades al aire libre y están verdes por coleccionar experiencias únicas y bien maduras en el desierto más árido del orbe.

“En la Estación Experimental Canchones de la Universidad Arturo Prat se planta la única cepa 100% chilena registrada en el Servicio Agrícola Ganadero, SAG, la que es conocida como Tamarugal y da vida al Vino del Desierto”, nos adelanta Marcelo Lanino, director del proyecto que se ubica en la ruta que va hacia las localidades de Pica y Matilla, en la comuna de Pozo Almonte. A unos mil metros sobre el nivel del mar.

“Ahora, dentro de este hallazgo de las cepas patrimoniales se han generado otras líneas de acción como la Ruta del Vino del Desierto, la que se ha vinculado fuertemente con la gastronomía, la cultura, el patrimonio y la economía circular, que son temáticas muy valoradas por la comunidad tarapaqueña”, compartió el ingeniero agrónomo que forma parte de la Facultad de Recursos Renovables de la Unap, quien nos da más señas de la alternativa enoturística.

“Una vez acá los visitantes puedan recorrer la historia, la bodega, atravesar los viñedos y probar una gastronomía propia de la zona tomando una serie de medidas sugeridas por la Subsecretaría de Turismo y el Ministerio de Salud, Minsal, tales como, el uso obligatorio de mascarilla y el respeto por los aforos restringidos, además de todos aquellos protocolos de higiene, limpieza y sanitización”.

-¿Grupetes de cuántas personas más o menos?

“Bien, para que la experiencia sea a la vez más segura, se han modificado los tamaños de los grupos, por lo que ahora el máximo es de diez personas”, concluyó Lanino.



Tomando notas

El presidente de la Mesa de Tour Operadores Turísticos, Mario Muñoz, señaló que como gremio han implementado una serie de medidas y protocolos como las reservas online, pago con tarjeta, sanitización de vehículos, traslado desde su domicilio al lugar de destino turístico, entre otros aspectos que garantizan una experiencia confiable y segura.

Por otro lado, los turistas, no solo se enfrentarán al protocolo sanitario y a la belleza de un viñedo y bodega en el desierto, ya que también podrán degustar la gastronomía con la cepa Tamarugal y Gros Colman del Vino del Desierto a través de la alianza con las emprendedoras locales, cuyo fin es generar economía circular y gastronomía que potencien y valore el territorio regional.

Para más información o reserva, deben escribir al correo contacto@vinodeldesierto.cl , o bien, pueden acceder al Facebook https://www.facebook.com/vinodeldesierto o la página web www.vinosdeldesierto.cl.



Terroir de acá

La oportunidad que tiene este territorio para establecer una nueva revolución industrial vitivinícola con material de vides adaptadas a condiciones de un desierto extremo son enormes, pero su explosión dependerá de algunos factores externos como los que frenaron las producciones entre los años 1937 y 1949, cuando la expropiación de las aguas favorecieron solo a quienes abrían las llaves en los domicilios de Iquique.

En ese entonces hasta se arrancaron algunas plantas, aunque por esas cosas de la vida, hubo otras que quedaron abandonadas a su suerte, logrando sobrevivir a las agrestes condiciones de los suelos salinos y a los inviernos con altas temperaturas en las mañanas y otras extremadamente bajas por las noches. Bueno, hasta que la Unap reflotó ese pequeño Jardín de Variedades que hoy por hoy los mantiene motivadísimos.

“Con los estudios logramos reconocer solo la cepa País, pero en el Instituto madrileño de Investigación de Desarrollo Agrario y Alimentario, Imidra, se identificaron dos cepas más: La Gros Colman de origen de Georgia y Ahmeur bou Ahmeur de origen argelino”, cuenta Lanino, quien agrega que otros dos genotipos blancos que quedaron sin rotulación se enviaron a Francia, específicamente al Instituto de Investigación Agronómica, INRA, quienes se apuntaron con la clasificación de una baya pequeña: la cepa Torrontés Riojano de origen argentino, papá.

“Luego de constatar aproximadamente 7 mil genotipos quedó una baya grande sin identificar, la que luego de una evaluación en terreno fue reconocida y certificada por el Servicio Agrícola y Ganadero como la primera cepa vinífera chilena. Una originaria de la región de Tarapacá, la que pasó a llamarse Tamarugal, que es 100% chilena y con un terroir característico del desierto”, explicó el maestro, quien ve buenas proyecciones a futuro.

Es que en la actualidad son muchos los entes involucrados que están dando una mano, como la empresa Teck Quebrada Blanca, la que está liderando un programa de perfeccionamiento en el cultivo de la Vid que le brinda herramientas técnicas a los agricultores de la zona.

“Estamos trabajando en el desarrollo vitivinícola el desierto más árido del mundo, lo cual no sólo significa un aporte para los agricultores beneficiados, sino que, además, permite asentar el valor histórico, cultural y patrimonial, dando cuenta como desde la Universidad Arturo Prat, una institución, pública, regional y de zona extrema, se realiza investigación aplicada de calidad que aporta al desarrollo de los territorios y las personas”, expresó Lanino.



Sepa de Cepas

Los muchachones de Canchones elaboran vino sobre la base de tres cepas, la Gros Colman, la País y la Tamarugal, la variedad blanca descubierta y registrada en la región de Tarapacá que, a su vez, tiene tres categorizaciones: Seco, Abocado y Dorado.

El seco se distingue por ser amarillo pálido con reflejos plateados y, según los que saben de aroma, sabor y textura, es muy frutal, logrando que se perciban aromas ligados a cáscaras de limón amargo, pomelo, piña, pera, manzana verde, durazno, miel de mango y guayaba. Esa onda.

¿Con qué pegaría? Pues su maridaje ideal sería algo así como un buen ceviche, su jardín de mariscos o una ensalada de quínoa con hojas frescas, tomate y pepino, por ponerle bonito.

Por su parte el abocado también es paliducho, pero además del limón, la pera, la manzana verde y el durazno, tiene sus toques loquillos de miel de mango, pasas rubias, tumbo y tuna, los que debido a sus notas salinas, combina perfecto con su buen cheescake, los clásicos alfajores de Pica o su infaltable chumbeque.

El Dorado tiene, era que no, un color dorado brillante, ya que se procesa con orujo, que es algo así como la bebida alcohólica destilada procedente del hollejo mismo de la uva.

En el predominan frutos cítricos como cáscara de limón y pomelo, además de lúcuma y piña, pero acá, también tienen ganancia otras hierbas, como la buena, la luisa, la melissa, además del espárrago cocido y las flores blancas.



Dosis de Tintán

País es una cepa tan antigua como cosmopolita que fue introducida por los españoles allá por 1548, la que además de cultivarse en la zona centro-sur de la nación que pronto debiera ser plurinacional, también se da muy, pero muy bien en el valle de Codpa. La vecina región de Arica y Parinacota donde siempre es un agrado descorchar un pintatani.

Su color predominante es el rojo violeta, debido a que se entremezclan la frutilla, la mora, la manzana roja madura, así como ciruelas, rosas, cacao, canela y yogur de frutilla, componentes que pueden brillar de lo lindo con un asado de llamo acompañado de papas chuño puti y el cereal andino: la quinoa.

Finalmente la Gros Colman es una cepa tinta originaria de Georgia, uno de los bastiones de la antigua Unión Soviética. Y si bien proviene de un viñedo antiguo establecido en la Estación Experimental Canchones, no se cultiva en otras tierras chilensis, por lo que se puede afirmar que también es exclusiva de la región de Tarapacá.

Y si es caperuz@ y se jacta de ser petroler@, podrá notar sus cuantos reflejos de rubí y ribetes magentas que lo hacen aromático, frutoso y acaramelado, tal como si anduviera recolectando regalitos del bosque como moras maduras y arándanos.

¿Cómo no matarlo? Poniendo en la mesa un guiso de quínoa, acompañado con carne de llamo. O bien, cerquita de una Calapurca o un pulpo a la parrilla. ¿Qué tal?